El relato que describiré a continuación sucedió en el
transcurso de mis prácticas docentes correspondientes al Taller 4, el cual
realizaba con una pareja pedagógica. El
jardín era el J.I.C N° 7 D.E. 9., ubicado en el barrio de
Colegiales
Antes de empezar a realizar nuestras prácticas en el jardín,
tuvimos una reunión con la directora de la institución y ella nos había
advertido sobre el grupo de la sala turquesa (era una sala integrada) de 5 y 4 años. Teníamos una mezcla de nervios
y miedo a la vez. Al conocerlos y pasar los primeros días con ellos,
comprobamos lo que nos habían comentado y nuestros nervios aumentaron.
Eran 25 niños, de los cuales 13 eran varones y 12 nenas.
Al ser una sala integrada, encontramos niños de diferentes edades, con capacidades muy diferentes y con serias dificultades de atención. Esta
circunstancia en algunas ocasiones era enriquecedora y en otras dificultaba la
tarea, por las notables diferencias evolutivas que existen entre ellos.
A lo que se sumaba que la docente que estaba a cargo
era la sexta suplente del año y que
había empezado poco tiempo antes que nosotras, ya que su titular se había pedido licencia a principio de año y nunca más había
regresado.
A causa de esta situación, los niños no tenían incorporadas las rutinas, no respetaban los
hábitos cotidianos, y mucho menos las normas de convivencia que suelen aparecer
en las salas de jardín. No tenían a la maestra como referente de autoridad,
desafiaban constantemente los límites y se agredían físicamente de manera constante. Hablaban
entre ellos mientras hablaba alguna docente, no se escuchaban y cuando se los retaba, bastaba darse vuelta para que ya
estén haciendo de vuelta aquello por lo que acababan de ser retados. No le
daban valor al reto.
Había un nene, en particular (Nicolás) que era
absolutamente conflictivo, casi nunca se integraba a la tarea grupal, tenía
permitido hacer lo que quería y cuando
quería. Se pasaba llorando la mitad de la jornada, a veces por ser molestado y
otras por ser retado cuando molestaba. No reconocía cuando tenía feas actitudes
y negaba todo lo que se le decía, incluso cosas que uno acababa de presenciar,
él las negaba. De todas formas, se veía que él tenía intenciones de integrarse,
pero muchas veces era rechazado por sus compañeros, que no solían demostrarle
cariño. Además
tenía un gran atraso en la dicción.
Era un niño con una gran necesidad de afecto. A nosotras,
casi sin conocernos, nos abrazaba y nos recibía con mucha alegría. Al indagar
con la maestra sobre la historia de Nico, nos enteramos que tenía una vida muy
complicada para sus 5 años. Una familia disfuncional, un padre ausente y una
madre superada por la situación. ¿Cómo ayudar y ser sostén de un niño con estas
características y con una realidad tan complicada?
Creo que estar en
este grupo, me sirvió mucho para “foguearme” con respecto a lo que me puedo
llegar a encontrar el día de mañana como docente y estar más preparada o con
más herramientas para poder manejar a un grupo así, pero disfrutando de la
tarea diaria y no viviéndola como un castigo. Creo que supe intervenir de
manera adecuada con ellos. También he observado que si el docente no se pone
firme y toma las riendas de la sala, los niños notarán esa debilidad y
comenzarán a ocupar lugares y roles que no les corresponden. No hay que ser
autoritarios, pero hay que saber transmitir que la autoridad dentro de la sala,
es la docente, y eso es algo que hay que enseñar a respetar.
Hola Agustina! Realmente te toco transitar por una experiencia desafiante y enriquecedora a la vez. Es evidente que en determinadas ocasiones las relaciones familiares pueden constituir el origen del comportamiento de los niños, su forma de conducta puede ser detonada por diversas circunstancias y llegar a afectarlos emocionalmente.
ResponderBorrarEs gratificante saber que pudiste construir, un camino para establecer un vínculo de confianza y seguridad. Este niño pudo contar con una relación de asimetría que estuvo presente y le ofreció disponibilidad corporal “sostén”. A su vez, coincido totalmente con vos en que el día de mañana como futuras docentes, tenemos que tener los conocimientos y herramientas necesarias para construir un ambiente enriquecedor, con el fin de lograr un aprendizaje significativo para los niños. Creo que el motor del aprendizaje, en cualquier edad, es la paciencia y el amor.
Saludos!
Isabel Cueto